No nos quede duda de que traemos todo lo que necesitamos para alcanzar nuestra “forma” ideal y correcta. Todos los recursos, todos los conocimientos, todas las características, todos los sueños… igual que un cubo de Rubik, sus 6 lados traen las 9 piezas de color para que con los movimientos correctos lleguemos a formarlo como debe ser, como fue creado: perfecto.
Es al vivir que este orden y perfección se altera, que nos aventuramos a mover las piezas de su lugar para ver qué pasa… Luego nos olvidamos que es posible, que el caos es simplemente parte de vivir, que también cuando los colores están todos revueltos seguimos siendo lo que en esencia nacimos siendo… perfectos.
Así que si alguien te dice un día que estás incompleto, que tu vida no tiene ni pies ni cabeza, tú dile: soy como un cubo de Rubik y estoy jugando con las posibilidades, combinaciones y movimientos, estoy jugando a desordenarme y ver qué pasa, a ver de qué otra manera pueden ser las cosas, qué combinaciones me gustan y me funcionan. Y cuando no me funcionan, puedo cambiar y volver a empezar. Mover aquí y allá. Nada está perdido ni descompuesto, todo lo que he de ser y necesito para serlo ya está en mi, pues quien me hizo me hizo como a todos… Imperfectamente perfectos, únicos, irrepetibles, maravillosamente raros.