A veces siento que estoy leyendo mi vida desde la perspectiva de El Alquimista. Ir a buscar fuera de mi lo que siempre ha estado allí.
Dando vueltas y preguntando a otros por respuestas que yo ya tenía. Me busco y fabrico las lecciones para validar no sé qué… Las aprendo. Solo para recordar que hay cosas que ya sabía. ¿Quién recuerda? ¿Mi mente o mi alma?
A esto le llamo yo, Divinas Equivocaciones. No estoy acostumbrada a equivocarme, aunque lo haga todos los días. Es decir, hasta ayer, no me permitía equivocarme. La sola noción de que yo he sido mi propia y más dura juez, me causa una mezcla de terror, tristeza, rabia y risa. Pero así he sido. Mi mente y mi razón han regido mi intuición y mi espiritualidad. Qué contradicción.
Ayer sin embargo, me equivoqué una vez más. No escuché a mi voz interior. Fue como un cuchillo que cortó profundamente. Y luego de ver la herida por varios minutos comprendí, que elijo confiar en mí misma y escuchar a mi corazón.
La razón es implacable y tiene la característica de ser absolutista: es esto o esto otro. Solo sabe analizar y especular. No sabe confiar. Necesita desconfiar para llegar a conclusiones. Necesita juzgar. Su conocimiento es finito, puramente experimental.
La intuición es infalible y tiene la característica de ser paciente: no se impone, no grita, solo espera el momento ideal para ser escuchada. Sabe esperar a que estemos listos para reconocerla. Su conocimiento es infinito, de naturaleza divina.
No hay tal cosa como una vida sin prueba y aprendizaje. Está bien equivocarse. De lo contrario no sabríamos distinguir la verdad de la mentira. No se supone que no nos equivoquemos. Se supone que aprendamos a escuchar a nuestra voz interior. Saber cómo se siente, cómo es, y confiar en ella. Como dice el 5o. Acuerdo de Don Miguel Ruiz: Cuestiona todo pero está dispuesto a escuchar. La lección más reciente en este aspecto es que tengo la razón para evaluar las cosas y la intución para cuestionarlas. Es en el balance entre uno y otro que Dios navega con nosotros y nos lleva de la mano. Gracias a las Divinas Equivocaciones, que vistas con amor pueden ser mágicos aciertos en el proceso del conocimiento de mí misma.
Incertidumbre, bienvenida. Posibilidades, infinitas.