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Hoy murió una oruga.

Hoy nació una mariposa.

Dejé ir la caparazón que me ocultaba, que me mantenía suspendida. Dejé ir la noción de necesitar la aprobación de mi sangre. Dejé ir la obsesión por ser aceptada, que había subsistido a costa de la salud de mi alma. Solté las cadenas del afán por querer complacer a quien no se complace con nada, más que la total rendición de lo que soy.

Hoy nació una mariposa. Y en sus alas voy a volar tan alto y tan libre como pueda imaginar.

Soy libre, no necesito la aprobación de nadie.  Ya no tengo que ocultarme. Ya no tengo que negarme a mi misma para conquistar un arcoiris que no es mío.

Libre, ¡y qué a propósito!… hoy, en el día de la independencia de mi país, yo me independicé de la opinión de quien no me conoce, no me entiende, o de quien me teme.  Como dice nuestro himno nacional, “antes muerto que esclavo será”. Pero no tuve que morir, solo dejé morir a la oruga, con su caparazón vieja y percudida, de una talla que ya no me quedaba, de un color que ya no me gustaba.

Hoy murió una oruga.  Hoy nació una mariposa.

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