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“¿Qué haría Jesús en esta situación?”

Una gran pregunta para la cual no siempre tengo una respuesta. Francamente, no la tengo… simplemente intento mantener una mente abierta y un corazón dispuesto a escuchar.

Últimamente, cada vez que tengo miedo, me enojo, siento envidia… o culpa, dudo, creo que todo está mal o que el mundo necesita un reset, que nada funciona, que no soy suficiente, que todo es muy complicado, que alguien la tiene contra mi, que la gente actúa de mala voluntad, que la vida es injusta,… en fin, cada vez que me escucho sin fuerzas, sin dirección y sin poder… jugando a la víctima… recuerdo que yo soy anfitriona de Dios en esta vida, esta existencia.

Así que, aunque no tenga la respuesta inmediatamente, hago estas preguntas: ¿Qué haría Jesús en mi lugar? ¿Qué haría Jesús en esta situación?

No tengo una respuesta verbal casi nunca. La respuesta viene en forma de paz, de silencio. Un vacío lleno de desapego por hacer algo en particular, y lleno de la capacidad de confiar en que cuando necesite saber lo que tengo que hacer, lo sabré.

Jesús siempre supo quién era y de dónde venía su poder. Nosotros nacimos habiendo olvidado eso. Pero tenemos toda la vida para recordar de dónde viene nuestro poder… y de dónde no viene.

Nuestro poder viene de adentro, de estar en comunión constante con la única fuente verdaderamente creativa que existe en el Universo: El Amor.

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